Muchos jefes están obnubilados de poder y con alta dosis de ceguera consideran que su palabra es lo único valido, pues «nadie piensa como ellos», en tal razón si alguien les quiere advertir consecuencias de sus decisiones la mejor respuesta es ignorarlos o quizás hasta apartarlos del camino. Solo son escuchados aquellos colaboradores que asienten todos sus conceptos y están en alabanza permanente a su modo de gerenciar.

La escucha es una competencia excepcional, que permite desde la humildad, tener en cuenta apreciaciones de los otros, aun aquellos que piensen de manera opuesta, es ahí donde se sostiene la construcción continua que debe tener cualquier proyecto.
El gran problema radica en la confusión permanente de que el poder es sinónimo de autoridad, observando esta como la razón verdadera que en muchos casos se toma con aires de autoritarismo. Cuando el narcicismo se apodera de los niveles directivos es una alerta del decrecimiento inminente, que si no se visualiza a tiempo, nunca se tomarán acciones y por tanto, los ciclos de ineficiencia se tornan repetitivos siendo cada vez mas lejano el éxito esperado.
¿Pasa esto en tu empresa? Déjame ayudarte.
